miércoles, 4 de febrero de 2009

Engánchate al presente

Como habréis podido comprobar, en el último capítulo de PostLost, Jughead, hacemos un alegato a favor del tiempo presente. Los viajes en el tiempo son una lacra de nuestra sociedad. Cada día son más los jóvenes que juegan con el espacio-tiempo, sin saber los riesgos que ello conlleva, oye.

Sirva de ejemplo la experiencia que nuestro amigo Doc Moriarty ha sufrido en sus carnes por culpa de los viajes en el tiempo. Esperamos que comprendáis que esto no es una broma, y que cuando os ofrezcan viajar a otra época, gritéis al unísono: "A tope sin viajes en el tiempo!"

"Juventud, los viajes en el tiempo no son buenos.
No os creais aquellos que os digan que volver al pasado y matar a genocidas os hace más hombres. No es verdad. Los viajes en el tiempo se adueñan de vuestra voluntad y os exprimen como lo hicieron conmigo. Sirva mi testimonio como ejemplo para aquellos de vosotros que pensais que aún podeis controlar el destino.
Mi primer contacto con los viajes en el tiempo fue a través de Nicholas Cage, en una fiesta en Marsella. Cage me llevó a un cuarto oscuro y me dijo: “Peggy Sue, tengo algo que te va a encantar”. Nick me llamaba Peggy Sue por razones que no vienen al caso, y se sacó un bifurnátedo cuántico del bosillo. “Pruébalo, que es la hostia”. Como yo ya iba sobre aviso, porque lo mismo me dijo de sus últimas veinte películas, le inquirí sobre qué coño me estaba dando.
-Dime una época donde quieras viajar.
-A la antigua Grecia –grité sin pensar, y la señora de guardarropía sonrió cómplice, porque luego supe que era muy fan de Parménides.
Un haz de luz me cegó y al instante me vi dentro de una galera turca, rodeado de fornidos mozos de piel aceitunada. Intenté balbucear cuatro palabras pero la desorientación espacio temporal y el ponche marsellés en mal estado lo impidieron. Los turcos me violaron en una gangbang avant-la-letre, y luego me arrojaron a la bodega, donde un puñado de prisioneros estaban encadenados a las humedas paredes, escondidos en las sombras.
Cuando, por la noche, los turcos bajaron otra vez, grité y grité y me defendí con los argumentos más lógicos que se me ocurrieron. “Violadlos a ellos!”, escupía. “Violadlos a ellos!”
La luz me golpeó en los genitales y volví a la dulce noche marsellesa. Nicholas Cage me escrutaba intrigado.
-¿Y?
-Hijodeputa! ¡Eso no era Grecia! ¡Eran piratas sodomitas de la edad media!
Se rió.
-¿Y el subidón que da?
-Tengo que volver. Debo impedir que me violen.
-Vale, pero la primera era gratis, las demás se pagan, Peggy Sue.
Aboné la cantidad (el presupuesto de una superproducción española) y me volatilicé en un fogonazo que me dejó sangrando por la nariz y el esfínter.
Aparecí en la misma galera, pero yo no estaba. Quiero decir que mi otro yo no había llegado aún. Pero los turcos me trataron igual que la primera vez, como si fuera carne nueva para ellos como, de hecho, era. Pasé dos días en la bodega, en los que vi aparecer a otros seis yo míos venidos del futuro. Primero pensé que venían a salvarme. Pero por sus miradas avergonzadas y cabizbajas, y su docilería ante los penes salnítricos de la tripulación, entendí que mi futuro era ese. Mi futuro y mi pasado. Condenado a volver una y otra vez a esa bodega de una galera turca. Cage me proporcionaría el bifurnátedo cuántico siempre que le pagara, y yo me evadiría a la oscuridad del mediterráneo medieval durante horas, días o meses para ser salvajemente violado por una gente que era incapaz de entender cómo podían tener dieciocho versiones de la misma persona, pero que lo encajaban con gran jolgorio y despendole sexual.
Hace apenas unos minutos que he colgado el teléfono. Hablaba con Nicholas Cage, y le contaba que acabo de volver de uno de mis viajes a la cueva del dolor marítimo y he presenciado una escena que me ha enternecido. Me he visto a mi mismo pidiendo que nos violaran. Y me he dado cuenta que soy un adicto. Un cuanticólico. No puedo dejar de saltar en el tiempo, aún cuando esto menoscabe de forma notoria mi salud física y mental.
Juventud, alejarse de los viajes en el tiempo. Cuando no te quieres dar cuenta, veintitrés piratas turcos de la edad media te están dando por culo mientras tú aplaudes".


Desgarrador. Nunca mejor dicho. Si habéis vivido una situación similar a la de Doc Moriarty y os apetece hacerla pública, no dudéis en contactar con nosotros en info@postlost.net Entre todos, haremos un mundo mejor.

Y, por cierto, mirad el último capítulo de PostLost, que nos ha quedado la mar de bonico.

5 comentarios:

Bart dijo...

Hostia, Doc, qué mal me sabe. Que sepas que estoy contigo a tope. Quizás tengo tratamiento para lo tuyo, no sé... ¿podrías llevarme contigo en tu próxima galerada? Yo podría asumir unos 10 ó 12 turcos...

Strangers in Hull dijo...

Genial. Me ha encantado. Excelente texto, chicos.

Filolga dijo...

Mi vecino tiene un Delorean, creo que está enganchado. Claro, todo el mundo con que si pruébalo, que te va a gustar, que por un viaje en el tiempo no pasa nada... Pero luego las imprudencias se pagan, mira Michael J. Fox.

Miguel Ángel dijo...

Vale bien, pero... ¿Había piratas con pata de palo y parches en el ojo?

Chet Casey dijo...

Discilpad, en primer lugar, que os ignore en este comentario y me dirija a Doc, él lo necesita más.

Yo sufrí un caso similar, con el agravante de caer en las termópilas. Efectivamente, los putos espartanos tienen un aguante desmesurado. Luego, mis padres, me metieron el el "proyecto presente" y a base de metadona cuántica, que me permitía volver cinco minutos atrás en el tiempo, pude desengancharme. Es un problema sobre el que la juventud no tiene información suficiente. Doc, estoy contigo.

P.D.: Doc, Prueba con Hemoal, te ayudará a olvidar...